Yo casi le digo a mi jefe, es que como trabajo utilizando el internet y en esta ocasión no había servicio en los ordenadores le dije la primera vez: “Oye José Alberto Carrasco, resulta que no tengo internet”, me dijo “Sí, ya vi, ahorita”.
Entonces…espere media hora…
Después, llegó la hora de salir a la comida que son prolijos 30 minutos en los cuales salí del edificio, bajé del tercer piso y en la calle evité verle las caderas a una mujer que caminaba tambaleándose de lado a lado con una pantalón rojo muy ajustado, además no la quise observar porque era una mujer de aspecto que no me agradó.
Más tarde, me encontré a un curioso perro, creo que de raza labrador, llevaba paseando a una anciana que con toda suficiencia pasó a un lado de mi persona creyendo que élla dirigía el camino del amigo can.
Más adelante un señor con un bolsa de pan y su hijito que evitaron cruzar la calle al mismo tiempo que yo, a pesar que el auto más cercano estaba lo suficientemente lejos para que ellos cruzarán cómodamente.
Cuando volví de regreso con las galletas en la mano me topé de nuevo a ese don y su hijito.
Pero al volver con las galletas, que hasta este momento no había decidido ni pensado escribir que compré, di vuelta en una calle de donde salía una jovencita tan sencillamente vestida de un auto tan lujoso que no supe por qué ese comportamiento tan paradójico y a sus espaldas, como un comando de cuidadores, trabajadores que ya se marchaban alegremente a su hogar después de una jornada en la obra, era evidente el mortal cansancio en el rostro de aquéllos hombres, pero iban cotorreando y platicando y hasta se veían alegres. Poco después me encontré con un tipo mal encarado que me pasó de largo, pero justo estaba pensando en la cantidad de construcciones que se realizan en la zona, construcciones incómodas como departamentos en su mayoría, cuando noté que era momento de regresar al trabajo. al que llegué pero aún no había internet, así que esperé, y esperé y esperé y esperé y esperé, así 15 veces por minuto hasta que me paré y le dije al jefe: “Oye José Alberto Carrasco, no quisiera sentir que te molesto pero resulta que no tengo internet”, me dijo: “ Sí, sí,-repitió- ya vi, NO TE PREOCUPES, viejo”, agregó estas últimas palabras con un tono más alzado como si lo hubiera molestado mis palabras, mientras yo me daba la vuelta,
Pero yo casi le digo a mi jefe: “Cómo no va a haber internet si yo estoy conectado desde mi celular a la red de sistemas”, pero eso no se puede.
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