Yo no sé de dónde he sacado tanta suerte, seguro a otro
le hubiera pasado diferente. Esa tarde por cuestiones que no van al caso
explicar buscaba yo de lo prohibido, como se sabe que lo prohibido no está a la
vista de todos, hay que buscarlo con los ojos bien puestos en cada señal que te
lo pueda siquiera insinuar.
Caminaba en ese barrio alborotado, el más de la ciudad
de México, dos malandros sentados me lanzan la señal con el ojo y les respondo
acercándomeles, me dicen si busco lo prohibido, les confirmo con la cabeza, uno
de ellos, el mayor, me dice que él puede venderme pero necesito darle el dinero
y esperarlo junto a su camarada, quien era un menor que lo podía sentir más
pequeño de edad que yo, acepto la propuesta y le doy mi billete, entonces él
desaparece de la escena y no sé hacia dónde fue.
Al cabo de cinco largos y pesados minutos saco mi
celular para ver el tiempo y el niño, con quien me había quedado esperando la
mercancía, me dice que le deje ver mi teléfono, que él tiene uno parecido, yo
acepto y le doy mi teléfono para que lo examine y me responde que le gustó el
aparato, le digo que es mío y a mí también me gustó por eso lo traigo, el niño
comienza a caminar sin regresarme mi teléfono mientras me hace del conocimiento
que ya no me lo va dar, que le gustó, insiste, y que ahora es de él, lo sigo
unos cuantos pasos, diciéndole que me regrese mi pertenencia, que no es de él
ese aparato hasta que lo arrincono en el espacio de un puesto sin mercancía.
Ahí en medio de la calle, a un lado del río de gente
que caminaba y compraba toda clase de ilegalidades y complacencias, el morro me
dice que yo le di el celular y ahora es de él, mientras lo saca de su bolsillo
y a la par se le cae un billete de quinientos pesos, entonces yo me agaché
levanté el billete y me eché a correr, al momento que tomé el billete ya estaba
casi arrancando mi carrera y el pobre niño no se dio cuenta que se le caía su
asqueroso dinero, por tanto sólo acertó dar un paso hacia atrás cuando me
agaché a levantar el dinero, pienso que él pensó que lo quería golpear, pero se
dio cuenta que era su billete lo que me llevaba, supongo que hasta que echó a
correr tras de mí que ya para entonces el universo me había ayudado a
voltearles la treta que me querían aplicar, y no era otra cosa menor que robar.
Salí corriendo rumbo a una zona segura, me detuve
donde sentí que no sería agredido, poco después, habló de segundos de sentirme seguro
en el refugio que era la entrada de la estación a aquél El Barrio Bravo,
apareció el niño con mi celular en la mano y su amigo con mi billete en
hondeando, el más grande me gritó: “Devuélvele su billete a mi carnal”, yo le
respondí: “Tú dame mi dinero y mi celular”, a lo que me contestó con hechos, le
regresé su billete y me dieron mis pertenencias, regresé a mi pueblo sin el
material por el que iba de la ilegalidad, pero con una lección de no volver a
dar mis cosas a los que me las pidieran de buenas a primeras por las calles.
Ardo Astillo Oreno
Ardo Astillo Oreno
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