sábado, 28 de diciembre de 2013

Dos. El juego dentro de la esfera

Dos. El juego dentro de la esfera 

Me inventé un sistema de juego que seguramente para los propensos a la diversión extrema será de interés, espero que guste y lo consideren una genial diversión.  

Esta invención que consiste en ser propulsado dentro de una esferita, a lo mejor rústicamente desde un cañón o puede pensarse en un sistema que involucre la propulsióde un material, especificado en otro tiempo, para llegar directamente a una nube desde la que podremos impulsarnos a otra para rebotar hacia otro conglomerado de átomos níveos.  

Rebotar y rebotar por el cielo de una manera que podamos direccionar nuestro destino aéreo para tomar cada nube de trampolín, el cielo nuestro artefacto de juego 

Es evidente el inconveniente de rebotar por las nubes porque se requiere forzosamente de nubes en el cielo, pero en otro momento se explicará la formación de dichas sin la consulta de chamanes para ponerlas sobre el mar o la arena  sin que se nos confundan con la neblina, estamos ideando con los experimentos 

De momento, aprovechemos aunque sea nada más los cielos nubosos para salir brincar los huecos aéreos y sentir el andar por los espacios abiertos.

                                                                        Ardo Astillo Oren0

domingo, 1 de diciembre de 2013

El crédito

Creo que debería admitir que no era yo el que andaba ofreciendo los productos financieros, así que diré que por aquella farmacia llegó el vendedor del banco con la intención de comercializar sus productos, a saber el portafolio de cuentas de ahorro, de cuentas de crédito, de seguros de vida para la muerte, eran un promedio de 400 productos de los que el vendedor alcanzaba a comprender básicamente 3 o 4 pero que le eran suficientes para empezar a comerciar.

Aquél señor que se dijo dueño de la farmacia; piel apiñonada, cara ovalada, nariz prominente, se mostró interesado por el crédito, comentó que él, tiempo atrás, también había trabajado en un banco y también, según él, sabía lo que era hacer estas cosas: pedir papeles legales, firmas a desconocidos, que ahora este documento, que ahora esta hoja y nos equivocamos en tal dato, a él le interesó una línea de crédito, y ahí va el negocio.

Dijo que cuando él trabajó en un banco llegó a contar con una línea de crédito que si bien le costaba mantener el pago regular no dejaba de utilizar ni la dejaba al abandono, dijo que de pronto cayó en la ruina y que por eso andaba solicitando ese préstamo, mencionó que tenía una hija, ella se había juntado con un tipo, fue insistente que su muchachita no era la mala, sino “el cabrón este, güebón, aprovechado, vividor” así lo dijo,porque él como padre de su hija  siempre quiso lo mejor para su niña, pero este joven “se había encargado de echarla a perder”, pero que no se había conformado con eso, dijo el señor al vendedor de seguros que: había que estar consciente sobre la naturaleza de las mujeres, porque él no reclamaba a su hija que se juntara con el muchacho, “porque a las mujeres cuando les empieza a hervir ahí abajo”, así lo dijo, “ ya no hay qué hacer” y entonces el farmacéutico sacó  de entre las medicinas una biblia de bolsillo y comenzó a leer un pasaje, era de Mateo, y decía que una mujer caminaba muy lascivamente frente a una bola de hombres, pero estos tenían que soportar la tentación que en realidad era el diablo vestido de mujer y con caderas contoneándose.

El señor farmacéutico dijo que las mujeres e insistió “cuando sienten cosquillitas es cuando seduce e incitan a hombre al pecado” así dijo el viejo. Por eso él no le echaba la culpa a su hija sino a su yerno, porque el hombre, como decía el librito, debía aguantarse de esas provocaciones por parte de las mujeres, pero que ya que no se aguantó ahora no le responde a su hija.

De tal forma que el yerno del farmacéutico fue el culpable de que éste último perdiera su línea de crédito. Luego el farmacéutico ahondó en la descripción de la decadencia en que fue cayendo gracias a la pareja de su hija y siguió alternando sus experiencias con lecturas del librito.

Por su parte el vendedor de seguros no había podido quitar sus pensamientos de las palabras “hervir ahí abajo” y “cuando sienten cosquillas” dichas por un hombre con un biblia en la mano.

-Ardo Astillo Oreno.-

jueves, 24 de octubre de 2013

A ver sisentiende

El inesperado familiar
El lugar era alborotado, en aquel momento yo lo frecuenté no importa porqué motivo, pero basta decir que quedaba cercano a mi hogar, la tarde era soleada, con ese sol del valle de México que es muy deslumbrante, el lugar conocido por tanto lleno de personas que acudían a tomar un trago, piso de tierra con un poco de aserrín regado, mesas de plástico, realmente era un patio grande, pedí un curado de avena y me fui a sentar hasta el fondo, lugar donde había una mesa ocupada por una sola persona.
Una mesa de plástico cuadrada con la palabra Victoria en letras rojas escrita sobre su lomo, había un señor que miré y no le saludé puesto que se veía que pensaba profundamente en algún suceso, y me miró pero parece que no me hubiera visto, me senté y comencé a percibir el ambiente que era disperso, se escuchaba música de algún corrido, veía con atención los rostros de los contertulios, escuchaba una que otra risa esporádica, daba sorbos a mi curado de avena, el señor que estaba en la misma mesa que yo me comenzó a causar curiosidad por los gestos que hacía, se veía realmente preocupado, ponía rostro de afligido el pobre señor quien tenía una caguama con él y la mirada perdida con quién sabe dónde no me miraba ni por error, comencé a pensar porqué tenía esas expresiones tan sufribles en su rostro.
Seguí distrayéndome con el rededor, degustando ese sabor a avena. Pero las facciones del tipo aquél no dejaban de atraerme, me preguntaba para mis adentros si estaría triste, enojado, decepcionado, nervioso, no lograba acertar por sus gestos su estado de ánimo, sólo lo veía extraño.
Entre el fondo de las mesas, cerca de la barra que estaba a un lado de la puerta de entrada, llegó un joven acompañado de una muchacha y tras ellos una señora de considerable edad. Atravesaron entre las mesas sin dificultad, seguros, con paso firme y llegaron a un lado de donde yo estaba con  mi tarro, miraron al señor quien al ver a este grupo de gente se paró y los saludo con mucho cariño, yo entre mí pensé: primero, qué mal sitio para citar a la familia, segundo, este señor tiene en un problema, desde la forma en que saludó a los que llegaron puedo notarlo, de inmediato mi reacción fue levantarme del lugar, ir por sillas y poner las necesarias a saber: una para la señora, a la que le dije; "buenas tardes tenga usted señora, disculpe el ambiente, pero qué le vamos a hacer, adelante", enseguida coloqué una silla a un lado mío y le dije a la muchacha de alrededor de 17 años, "señorita buenas tardes, adelante tome asiento, aquí estamos su padre y yo esperándolos, espero no les disguste mucho el aspecto del lugar", en el siguiente acto coloqué la tercer silla al otro lado de mí y le dije al muchacho que traía una camisa de rayas y pantalón de vestir negro peinado con una especial atención; "siéntate hijo, ahorita a ver qué nos dice".
El hombre por su parte saludaba a cada uno de ellos y para cuando los acabó de saludar con un abrazo lleno de sentimiento yo ya estaba colocando mi silla en un ángulo de la mesa. Todos me miraron cuando la arrastre metiendo las piernas bajo la mesa, para lograr sentarme derecho, el señor aún hacía como que yo no estaba ahí, pero era inevitable verme, yo lo miraba y él a su vez miraba a los que habían llegado, yo le dije a la señora que podía si quería pedir un trago, ella no me miró, le recomendé el de mango, y que pidiera dos refrescos para los niños, el señor no sabía qué decir, por su aspecto parecía que lo embargaba la emoción, y fue cuando me volteó a ver, los niños-jóvenes miraban al señor como si fuera una persona que hace tiempo no veían, la niña se atrevió a preguntarle al señor, ¿Cómo estás?, el señor respondió, "aquí ando, ya ves."
Yo por mi parte me paré y fui por otro trago, entre mi dije, esta no me la pierdo, llegué de vuelta al sitio y les dije; "Hombre pues gente, qué les sucede, ¡ánimo!, a ver cuenten, cuenten, ¿Qué sucedió?, mire a la señora y le dije, dígame cómo se porta, qué le sucede".
El señor dijo: "creo que este no es el mejor lugar".
Yo pensé que eso ya lo había pensado desde que los vi entrar, la esposa dijo que no era buena idea empezar ahí, yo les dije; "hombre, mujer, usted no se agüite que nadie nos oye, dile compañero, -le dije al hombre- dile lo que tenías ganas, lo que estabas pensando cuando llegué aquí y te noté que pensabas, pero no nos hablamos".
El señor dijo: "será mejor que nos vayamos a otro lado", yo por buscar romper esa tención que se había creado les dije; "bien, es evidente que es un momento difícil, no tienen que hacerlo saber, se ve, pero usted mi amigo quiete ese rostro que ya están aquí, tu nena vélo es tu padre y siempre lo será", después le dije a la mujer: "usted señora comprenda, no es necesario que me explique cuando a leguas se ve lo sucedido, aunque será mejor que acudan a otro lugar a solucionar eso de lo que yo no estoy enterado. Deberían de hacerlo cuanto antes porque este pobre hombre- y le puse la mano en el hombre aquél-se ve que ya no puede más", y continué: "ya sé que a lo mejor hizo intentos pero usted también debe comprenderlo, así lo quiso desde un principio y ahora lo tiene y no debe sino apoyarlo y comprenderlo", la señora me miró con incredulidad.
El hombre se levantó de su lugar y espero a que su joven hijo y su joven hija le secundaran para salir tras, mientras yo me quedaba mirando desde la mesa el acontecimiento de eso que no sé bien si fue un reencuentro, era un ajuste de cuentas, o sólo este cuento.
Ardo Astillo Oreno

jueves, 19 de septiembre de 2013

Es que no quería seguir transcribiendo y mejor me puse a dictarme como cuando un chorro de agua se sale de la manguera con fuerza.

Esta tristeza incorpórea
que le busco pies
caminos por donde poderla arrastrar
manos
una pieza donde la pueda agarrar
para zafarla
dispersa en mí
la nada de su cuerpo
me recuerda lo que valgo

lo que tengo
todo.

En medio de mi ser estas enormes dimensiones
encapsulado por el pulso de mis malas decisiones
Uno es un caracol con la casa de metal a las espaldas
que cuando se arrastra en realidad se hunde
es un cobardón que dejó de arriesgarse
que dejó de aventarse del acantilado matutino
Todo se torna espeso
todo se vuelve moquiento
a mis veintitantos aquí bajo las faldas de mi madre
como en el más fresco día del campo
bajo los bigotes
linda barba de mi padre
qué me avergüenzo diez aves de mi vuelo fallido
Cómo decirte la honda nada
donde nada de onda  y nado pero no me salvo de estar mal
es toda la parte de la cascada mi culpa
Lo mejor en la granada de esta rojiza amenaza de mi apestocidad
es pirarme de este hueco
perderme en el camino diario del gusano que abordo
degollar mi vista de la quietud que me congela sin ver para fuera
mirando todo lo que ya mié
yo sé que fui el falto de valor
del amor que a un ser humano se le brinda
la roca que se estrelló en su frente para dejarle ese cielo estrellado limpio.
Sin una flor en su pelo
sin un pescado de vida que busca regresar a su lugar de origen
quiero zafarme
quiero desprogramarme por unos meses que se debe respirar
pensar
andar y encontrarse con la pausa o la pauta
la puta belleza que me hace mirarla en todas las damas
fuking -si tan sólo…-
hubiera corrido a tiempo menos cuarto
mi animalidad no la hubiera desbordado como el derrumbe que la sepultó



Así de cabrón como el huracán que desmadró todo el país
es que pasó porque mi amor la quería y ella ya se había desenamorado
y aún teníamos ganas de mirarnos
cuando de rojo se pintó la tarde
en un horizonte distinto
decidió fugarse
dejar el cielo de estrellas limpio
no sé
se las llevaría a su casa
a mí me borro de lo espectacular todo suceso
en serio
río como momia
y ahora que aquí en esa noche
 oscuridad

el fondo de la noche que también es su superficie
oscuridad donde juego con mis dedos
y los jugos que me brotan de la oreja
me dreno el recuerdo
en un rato me adentro a las sombras
en fin
es casi como estar de muerto
pero con risas y hambre y comidas salvajes
la extraño hasta el fondo de toda mi locura
como cuando paso por el hospital psiquiátrico
sin entrar nunca ya nos conozco a todos.

.

                               Ardo Astillo O.

viernes, 16 de agosto de 2013

Curioso sentimiento que al verme en el animal me nace

Curioso sentimiento que al verme en el animal me nace
como con el ave donde me recuerdo el canto desde la granja en una pata
cuando era un pollo y no sabía  cómo emprender este  vuelo
Recurvo con las lombrices aquel escarbar un hoyo
me retorcijo entre sus ondulas
De los caballos el galope del viento
la mescolanza con mis cabellos
el casquete del mastico todos mis nervios
Del mismo miedo el pez que navego
entre el aire espeso
Viene la flor que revive mis horas de enraizamiento
Con cada roca
la estática estética justa  que apestó nuestra esencia
reparo a reposar mi alma en el cuerpo de los cuerpos
Ya fuimos un día el día
fundimos nuestros alientos
estirando los brazos como rayos
escupiendo las tormentas de la lengua
evaporando nubes de mi sudor
Conglomerado en estas conexiones neurales
en este bache de mi estómago
en este canto del gallo desde una pata. 


                                       Ardo Astillo Oreno.

miércoles, 14 de agosto de 2013

La lejanía de mi astro

Hay cuerpos celestes que están alejándose a cada momento.

Eso mismo le pasa a mi cuerpo
va evolucionando
dejándome atrás cada día 
erosionando mi piel. 

Ahora el hombre desde el que estoy contenido
desde el que hoy estoy dentro 
este Fulano amigo de Mengano conocido por Perangano
es un extraño de las magas que me acompañaron
resulta lejano del niño que fui
del muchachito que reconocía la esencia de nuevos momentos
de un olor que se le atrapaba en la imagen
recorriéndole por el laberinto del seso.

Este hombre que desde el espejo mientras le escribo me mira
con el rabillo de mi ojo y su mirada hilarante me pide que lo sostenga
que siga adornándole su osamenta
tendiéndole puentes
aunque mi mente sea una barranca
por la que a diario bajo
entre basura para recolectar las flores
y realizar labores que tampoco son ya cotidianas
que también me alejan de mi.

Ardo Astillo Oreno

lunes, 1 de julio de 2013

Cuatro. El billete robado

Yo no sé de dónde he sacado tanta suerte, seguro a otro le hubiera pasado diferente. Esa tarde por cuestiones que no van al caso explicar buscaba yo de lo prohibido, como se sabe que lo prohibido no está a la vista de todos, hay que buscarlo con los ojos bien puestos en cada señal que te lo pueda siquiera insinuar.
Caminaba en ese barrio alborotado, el más de la ciudad de México, dos malandros sentados me lanzan la señal con el ojo y les respondo acercándomeles, me dicen si busco lo prohibido, les confirmo con la cabeza, uno de ellos, el mayor, me dice que él puede venderme pero necesito darle el dinero y esperarlo junto a su camarada, quien era un menor que lo podía sentir más pequeño de edad que yo, acepto la propuesta y le doy mi billete, entonces él desaparece de la escena y no sé hacia dónde fue.
Al cabo de cinco largos y pesados minutos saco mi celular para ver el tiempo y el niño, con quien me había quedado esperando la mercancía, me dice que le deje ver mi teléfono, que él tiene uno parecido, yo acepto y le doy mi teléfono para que lo examine y me responde que le gustó el aparato, le digo que es mío y a mí también me gustó por eso lo traigo, el niño comienza a caminar sin regresarme mi teléfono mientras me hace del conocimiento que ya no me lo va dar, que le gustó, insiste, y que ahora es de él, lo sigo unos cuantos pasos, diciéndole que me regrese mi pertenencia, que no es de él ese aparato hasta que lo arrincono en el espacio de un puesto sin mercancía.
Ahí en medio de la calle, a un lado del río de gente que caminaba y compraba toda clase de ilegalidades y complacencias, el morro me dice que yo le di el celular y ahora es de él, mientras lo saca de su bolsillo y a la par se le cae un billete de quinientos pesos, entonces yo me agaché levanté el billete y me eché a correr, al momento que tomé el billete ya estaba casi arrancando mi carrera y el pobre niño no se dio cuenta que se le caía su asqueroso dinero, por tanto sólo acertó dar un paso hacia atrás cuando me agaché a levantar el dinero, pienso que él pensó que lo quería golpear, pero se dio cuenta que era su billete lo que me llevaba, supongo que hasta que echó a correr tras de mí que ya para entonces el universo me había ayudado a voltearles la treta que me querían aplicar, y no era otra cosa menor que robar.
Salí corriendo rumbo a una zona segura, me detuve donde sentí que no sería agredido, poco después, habló de segundos de sentirme seguro en el refugio que era la entrada de la estación a aquél El Barrio Bravo, apareció el niño con mi celular en la mano y su amigo con mi billete en hondeando, el más grande me gritó: “Devuélvele su billete a mi carnal”, yo le respondí: “Tú dame mi dinero y mi celular”, a lo que me contestó con hechos, le regresé su billete y me dieron mis pertenencias, regresé a mi pueblo sin el material por el que iba de la ilegalidad, pero con una lección de no volver a dar mis cosas a los que me las pidieran de buenas a primeras por las calles. 

Ardo Astillo Oreno

lunes, 24 de junio de 2013

Le pago con letras para mis actos.

  -a ver si les late cacahuates, de lo primero quescribo en mi laburo.-
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“En la Saga de Njal, Thangbrand, misionero sajón, canta una misa y Hall le pregunta para quién celebra esa fiesta. Thangbrand responde que para Miguel el Arcángel y agrega que ese arcángel hace que las buenas acciones de las personas que le gustan pesen más qué las malas.”
J.L.B. Obra Crítica VOL. I Pág. 112.

“Un rayo de horror hace crujir mi sombra,
pero invoqué al arcángel San Miguel y en mis ojos distribuyó la luz como la mañana en un cañaveral.”
-Carlos Pellicer-

Tirado en mitad de la calle pienso si con alguna de mis acciones he logrado gustarle a Miguel el arcángel, de alguna forma, no es que yo sea muy creyente pero con unos buenos litros de alcohol en la sangre, después de haber insultado a una niña porque me miró mal mientras yo pasé corriendo a su lado, después de haberle aventado un tabique, con intención de dañar al tipo que intentó no sé qué hacer luego que yo insulté de manera cruelísima a la pequeña anónima, luego que logré escapar sólo por correr más que él, aunque me persiguió.
Aquí tirado y mareado, después o antes, no importa, pero de decirle al señor Cuevas, que me dijo; “No soy oficial, soy policía y sabes que me acabas de insultar” por decirle que era un estorbo en el andén, luego me reclamó que él no era un estorbo porque el lugar donde estaba parado no correspondía a la entrada de la puerta del tren próximo a abordar, y yo contestarle que eso era cosa la cual yo no podía saber sino hasta llegado el tren, y por tanto para mí estorbaba, y era un estorbo.
Aquí en esta banqueta luego o antes o después, en alguna ocasión de no darle el asiento a una vieja, ni tan vieja, que cargaba a una niña que a simple vista se veía odiosa, y bien podían ir paradas ambas medusas, y fingirme con una lesión, cuando otro anónimo súper héroe citadino me reclamó mi acción, patética en otro mundo, y yo me burlé de él, porque unos policías lo regañaron por meterse con mi mala educación de no dar el asiento a viejas con nenes que bien se podrían parar pero cargan para generar no sé qué derecho.
Luego pensar en la que le dije que yo no había empezado a ladrar cuando me pidió que le hiciera un huequito entre la bola de gente, y yo le dije ¡No!, y ella me contestó que entonces me fuera en taxi si quería ir cómodo, y yo le dije que ahí iba cómodo y que yo no la había molestado, ella había empezado a…guaf, guaf, guaf.
Después de ese tipo de sucesos Miguel aquél arcángel debe tomar este texto que hago con todo cariño para con los que me he reñido, a los que he insultado por sólo mirarme o no mirarme, o mirar algo que yo no veo, o tener qué ver en lo que yo no creo, aquéllos que he despreciado y de los cuales me he logrado escapar ileso, por ejemplo al que hoy le di el tabicazo por tratar de hacer justicia al insulto que de forma animal, grotesca, sin razón, ni conciencia le hice a una menor.
De ponerme a contar cada acción en las que he faltado al santo caos universal será menester crear dos o tres textos, resúmenes o abluciones sobre fenómenos irracionales como los de mis comportamientos, o unas letras que intenten llegarle a un poema para que no se vaya la balanza de mi compadre el arcángel de un lado más que del otro.
Ahora aquí, en esa banqueta, semi dormitando al recordar al arcángel me da la impresión de que debo trabajar para que se compense lo que en este día ha sucedido, para que en la papelera de su escritorio de cristal en mis reportes de buena conducta, pueda leer; “Este escribió un texto”, de tal suerte que represente para el arcángel una compensación por dos: ya que pesan más las acciones buenas que las malas, el tabicazo y el insulto a la niña son un recado, así que es menester escribir algo más para pagarle haberle dicho estorbo al policía y haber embebido tanto para quedarme tirado como un palo en medio de la calle, donde me acordé de mi salvador al que le pongo entre sus papeles este texto para que me salde de la deuda una parte, y no me reencuentre de nuevo con las fieras de mis adentros.

Ardo Astillo Oreno.

lunes, 17 de junio de 2013

Cuando en la letra entra el hilo podría alargarse hasta el infinito

Cuando en la letra entra el hilo podría alargarse hasta el infinito y siempre algo nuevo recrearnos. El monstruo lenguaje que en capricho mismo de su ontogénesis nos articula como mejor conduce lo que queremos decir, pobre bestia mansa que deja de lado en la orilla del lago todo lo que nos acompaña, bien se sabe que nombrar es marcar la vereda, dejar la verdad a kilomántricas reflexiones detrás, congelar el momento pero a la vez tasajearlo de la sensación que lo crea, dejar un fragmentado, algo que es un descompleto de letras. Compañeros acampados bajo pinos lo saben, deben decidir, mientras beben del sol, la  luna, el lago el bosque, los mohos y sus aromas aquello lejos de la civilización que se encapsula en papas fritas y salsa catsup, la descripción es la frialdad, es el momento sin los sentimientos, como el hueso sin tuétano. Bailes, brincos de hambre, mar o metas; todo en el gran cuadro olvidado por estas letras que hilan, hilan hasta un suéter tejer que es la obligación para el frio infernal de aquel humano que alguna vez fue y sigue volado con más de 5 propulsores en sus 7 sentidos, infinitos como vidas dentro de la única- el tormento- que  le tocó vivir. Pero  se nace y algo nos te me toca, atemoriza y atormenta como rayos, ¡oh cielos! Luz, el día cálido, los pajarillos en canto que se deja llevar, se deja traer, deja ir y deja venir como ahora que adoraba esta planificación en mi vuelo, casi en punto de chamuscar algo significativo, es decir sin significado y la caprichosa que nos lo te le transmite con nuestras esferas receptoras, nuestros agujeros discriminatorios. Mansión del lenguaje se erige en arte de ella misma con brotes barrocos en las marquesinas del tiempo.


                                                                                              Ardo Astillo Oreno 

lunes, 18 de febrero de 2013

La vestidura diaria de mi carcacha del alma

Esta vulgar de mi propiedad
/osamenta de mis ruinas/
vale tanto como mi vida
en él se levanta mi ser
para contemplar lo que el sol iluminó
grietas, cuarteaduras, cavernas
en donde habito en secretos pasadizos
Viene la tempestad
de mi naturaleza se desborda la paz
/los dedos escurriendose de Chopin/
para los caminos de mis caracoles
en mi oreja el viaje de su viento
el sonido qe me entra y enciende el seso
/como si me acompaña Chaplin/
es mi maquinaria osamenta
la vestidura diaria de mi carcacha del alma
el jet privado para mi imaginación
Qué terreno tan lindo este en que me encuentro
arrebatandole el espacio que recorrió el infinito
se llama vida del cuerpo sin cuento
este tan equiz tan ye del ser
timido frágil;  inmenso como insuficiente
se le acaba la gas en menos de 100 años
apenas tengo mi primer manojo de 25
y las cortinas de acero de mis párpados se cierran.

Ardo Astillo Oreno

sábado, 26 de enero de 2013

Cuento anónimo.


“No teníamos nada en común sólo la “pista de baile” (o más bien un salón en el que yo tomaba clases donde había salsa, rock and roll, mambo, merengue, etcétera). Yo cursaba salsa 1. Èl, mi maestro, quien tenía cuatro años más que yo, tenía una sonrisa de campeonato y la nariz operada. Me gustaba ver su mirada, sus piernas ágiles, su trasero en movimiento; observaba cada detalle, su camiseta imitación Tommy Hilfiger, sus mocasines de plasti piel, sus jeans  con salpicaduras de cloro “a la moda”. Me parecía tan…valiente. Cada clase cruzaba los dedos para que esa tarde, faltaran los hombres del grupo y forzosamente tuviera que bailar con él. La forma en la que me tocaba, rodeaba mi cintura, me indicaba la dirección de los pasos con su mano me parecía lo más erótico del mundo. Él lo sentía también, yo lo sabía. Flotábamos sobre la duela. Ginger Rogers me la pelas.
Yo estaba dispuesta a todo, dejaría mi vida de niña fresa por el amor de un maestro de baile. “Amor prohibido susurran por las calles” , rezaba la canción y yo me dejaba llevar embriagada por el aroma de su locución.
A fin de curso invitó a toda la clase a una noche de rock and roll que organizaba con su mejor amigo. El boleto decía:

“Gran Rock and Roleada (sic.). Llevar disfras (sic).
calle del puente 156, Coapa
Esa noche esperaría a que estuviera pedo y cuando me sacara a bailar me le lanzaría con todo. Beso, nalga, arrimón. Me puse una falda, calcetines a los tobillos, “ponytail” y suéter rosa. Julissa, me la pelas. Llegué a la fiesta, había mesas de plástico, techo de lamina, sabritones. Respiré profundo. Busqué con urgencia un trago y ¡oh sorpresa! sólo había refresco: mirinda o coca en vasito de platico transparente y no había más hielo que el hielo seco que en ese momento inundaba la pista. En lugar de salir corriendo me dije a mi misma con optimismo y sonrisa forzada “esto es México”.
Él salió a la mitad de la pista y para empezar la noche, dio un show. Estaba “vestido de Elvis”. Gel Xiomara. Yo me convencí de que el show estaba padre. Lo que no estuvo padre es que salvo un saludo de tres segundos, no me sacó a bailar en toda la noche, nada. Ni una sola pieza. Ni siquiera se sentó a platicar. Me ignoró por completo. Cuando ya los invitados se empezaban a ir, empezaban las baladas y en la bocina se escuchó “Lagrimas de juventud” de Lorenzo Antonio y, la neta, me pegó. No lloré.
Llegue a mi casa, me serví un whiskey derecho, me deshice mi “ponytail” (Julissa chinga tu madre) y desde el más profundo despecho de mis labios, pronuncié eso que luché por contener por tantos meses, eso horrible que no quería decir, eso que grite con toda la fuerza posible: eres un pinche ñero. Entonces sí llore, de rabia, de dolor, de juventud.
El verano pasó. El módulo siguiente era “chachachá”. Decidí continuar. Pero muy pronto descubrí que con el corazón roto no se puede bailar ese ridículo género que consiste en brinquitos “un, dos, undostres” ni mantener la dignidad mientras te rebotan las chichis y los cachetes y la canción que bailas dice “los marcianos llegaron ya y llegaron bailando richachá”. Pero a demás el enamoramiento se esfumó cuando lo vi bailar. Se movía horrible y sonreía mientras brincaba el muy pendejo. Ricacha. Ricacha. Ricacha. Se acabo dejé las clases para siempre.
Muchos años han pasado y la herida sanó. Sin embargo, cada vez que en una boda escucho “lo quiero a morir” de Zayda, la negra dinamita, algo en mi vientre se contrae y aparecer un deseo incontrolable de verlo aparecer en la pista. “es un cuchillo que me corta las venas, lo quiero a morir”.
                  anonim@---- 8.P