lunes, 24 de junio de 2013

Le pago con letras para mis actos.

  -a ver si les late cacahuates, de lo primero quescribo en mi laburo.-
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“En la Saga de Njal, Thangbrand, misionero sajón, canta una misa y Hall le pregunta para quién celebra esa fiesta. Thangbrand responde que para Miguel el Arcángel y agrega que ese arcángel hace que las buenas acciones de las personas que le gustan pesen más qué las malas.”
J.L.B. Obra Crítica VOL. I Pág. 112.

“Un rayo de horror hace crujir mi sombra,
pero invoqué al arcángel San Miguel y en mis ojos distribuyó la luz como la mañana en un cañaveral.”
-Carlos Pellicer-

Tirado en mitad de la calle pienso si con alguna de mis acciones he logrado gustarle a Miguel el arcángel, de alguna forma, no es que yo sea muy creyente pero con unos buenos litros de alcohol en la sangre, después de haber insultado a una niña porque me miró mal mientras yo pasé corriendo a su lado, después de haberle aventado un tabique, con intención de dañar al tipo que intentó no sé qué hacer luego que yo insulté de manera cruelísima a la pequeña anónima, luego que logré escapar sólo por correr más que él, aunque me persiguió.
Aquí tirado y mareado, después o antes, no importa, pero de decirle al señor Cuevas, que me dijo; “No soy oficial, soy policía y sabes que me acabas de insultar” por decirle que era un estorbo en el andén, luego me reclamó que él no era un estorbo porque el lugar donde estaba parado no correspondía a la entrada de la puerta del tren próximo a abordar, y yo contestarle que eso era cosa la cual yo no podía saber sino hasta llegado el tren, y por tanto para mí estorbaba, y era un estorbo.
Aquí en esta banqueta luego o antes o después, en alguna ocasión de no darle el asiento a una vieja, ni tan vieja, que cargaba a una niña que a simple vista se veía odiosa, y bien podían ir paradas ambas medusas, y fingirme con una lesión, cuando otro anónimo súper héroe citadino me reclamó mi acción, patética en otro mundo, y yo me burlé de él, porque unos policías lo regañaron por meterse con mi mala educación de no dar el asiento a viejas con nenes que bien se podrían parar pero cargan para generar no sé qué derecho.
Luego pensar en la que le dije que yo no había empezado a ladrar cuando me pidió que le hiciera un huequito entre la bola de gente, y yo le dije ¡No!, y ella me contestó que entonces me fuera en taxi si quería ir cómodo, y yo le dije que ahí iba cómodo y que yo no la había molestado, ella había empezado a…guaf, guaf, guaf.
Después de ese tipo de sucesos Miguel aquél arcángel debe tomar este texto que hago con todo cariño para con los que me he reñido, a los que he insultado por sólo mirarme o no mirarme, o mirar algo que yo no veo, o tener qué ver en lo que yo no creo, aquéllos que he despreciado y de los cuales me he logrado escapar ileso, por ejemplo al que hoy le di el tabicazo por tratar de hacer justicia al insulto que de forma animal, grotesca, sin razón, ni conciencia le hice a una menor.
De ponerme a contar cada acción en las que he faltado al santo caos universal será menester crear dos o tres textos, resúmenes o abluciones sobre fenómenos irracionales como los de mis comportamientos, o unas letras que intenten llegarle a un poema para que no se vaya la balanza de mi compadre el arcángel de un lado más que del otro.
Ahora aquí, en esa banqueta, semi dormitando al recordar al arcángel me da la impresión de que debo trabajar para que se compense lo que en este día ha sucedido, para que en la papelera de su escritorio de cristal en mis reportes de buena conducta, pueda leer; “Este escribió un texto”, de tal suerte que represente para el arcángel una compensación por dos: ya que pesan más las acciones buenas que las malas, el tabicazo y el insulto a la niña son un recado, así que es menester escribir algo más para pagarle haberle dicho estorbo al policía y haber embebido tanto para quedarme tirado como un palo en medio de la calle, donde me acordé de mi salvador al que le pongo entre sus papeles este texto para que me salde de la deuda una parte, y no me reencuentre de nuevo con las fieras de mis adentros.

Ardo Astillo Oreno.

lunes, 17 de junio de 2013

Cuando en la letra entra el hilo podría alargarse hasta el infinito

Cuando en la letra entra el hilo podría alargarse hasta el infinito y siempre algo nuevo recrearnos. El monstruo lenguaje que en capricho mismo de su ontogénesis nos articula como mejor conduce lo que queremos decir, pobre bestia mansa que deja de lado en la orilla del lago todo lo que nos acompaña, bien se sabe que nombrar es marcar la vereda, dejar la verdad a kilomántricas reflexiones detrás, congelar el momento pero a la vez tasajearlo de la sensación que lo crea, dejar un fragmentado, algo que es un descompleto de letras. Compañeros acampados bajo pinos lo saben, deben decidir, mientras beben del sol, la  luna, el lago el bosque, los mohos y sus aromas aquello lejos de la civilización que se encapsula en papas fritas y salsa catsup, la descripción es la frialdad, es el momento sin los sentimientos, como el hueso sin tuétano. Bailes, brincos de hambre, mar o metas; todo en el gran cuadro olvidado por estas letras que hilan, hilan hasta un suéter tejer que es la obligación para el frio infernal de aquel humano que alguna vez fue y sigue volado con más de 5 propulsores en sus 7 sentidos, infinitos como vidas dentro de la única- el tormento- que  le tocó vivir. Pero  se nace y algo nos te me toca, atemoriza y atormenta como rayos, ¡oh cielos! Luz, el día cálido, los pajarillos en canto que se deja llevar, se deja traer, deja ir y deja venir como ahora que adoraba esta planificación en mi vuelo, casi en punto de chamuscar algo significativo, es decir sin significado y la caprichosa que nos lo te le transmite con nuestras esferas receptoras, nuestros agujeros discriminatorios. Mansión del lenguaje se erige en arte de ella misma con brotes barrocos en las marquesinas del tiempo.


                                                                                              Ardo Astillo Oreno