viernes, 6 de octubre de 2023

Desde el epicentro de la madrugada

Cualquiera diría que acabó bien la jornada, es hora de descansar, de apagar la bracita del seso y anestesiar el cuerpo, pero yo no soy así. 

Vengo a media madrugada a saludar a lo quieto, a sentir en los poros la imposibilidad del silencio, a escuchar lo que se empeña por estar en pausa y quejarse bajito.

Oigo el aire que me susurra el triunfo

Veo las cosas apasiguandose 
Apagando ese motor interno que las hace animarse 
Contemplo la realidad con ese denso detenimiento que me permite presentir la eternidad que me permite navegar el perímetro de la escencia quinta y sexta y vigésima.

La pared para mi pie es tan fresca y tan blanca que me atrapa en los profundo de sus átomos

Aunque para muchos fuera la hora de soñar a mí me toca, como tecolote, estar atento a la sombra que no se separe de su objeto
Al sombrero que no se separe de su ranchero 

La madrugada es buena espiral para creer que se ha llegado a lo más profundo, a lo más adentro de la vida.

Cuando se siente en carne propia la oscuridad
/Me pregunto si la oscuridad y el negro son lo mismo/
Me respondo que no, son nada más dos caras de la misma moneda, la luz y su ausencia
que ya se la robó la luna para brillar incandescente, condescendiente, como un satélite 

Como un entrarle a la maraña del pensamiento mientras casi se percibe el respirar de la tierra al contemplar una planta, no me sorprendería que fueran al mismo ritmo, que fueran la misma cosa.

Inhalo el viento que antes de entrar por mis fosas recorrió otras cavernas menos rocallosas, acarició los pastos, incluso se roció con el agua sacra, para flotar evaporadamente serena y dar el combustolio a mi seso quemado. 

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